CAPITULO 3:
Soy Caroline. Crecí en un orfanato y estuve allí hasta los 12 años. Un hombre llamado Kaito, el hombre de mis recuerdos, me adoptó y me fui a vivir con él hasta los 16 años.
Kaito y yo siempre escribíamos canciones alegres en el piano y las cantábamos cuando estaban terminadas. Desde que Kaito me enseñó a tocar mi sueño siempre fue convertirme en compositora para así dedicarle canciones a Kaito.
Kaito era como un hermano para mí, jugábamos, cantábamos, estudiábamos y componíamos juntos. Kaito era mi tutor, me enseñó canto, matemáticas, piano, violín, danza, español, inglés entre otras.
Todo era perfecto hasta que enfermé, cuando Kaito me llevó al doctor dijeron que tenía una enfermedad terminal, Kaito se deprimió mucho. Decidimos pasar todo el tiempo posible juntos compartiendo buenos momentos juntos.
Al morir llegué a este cuarto blanco y pasó todo esto.
Cuando todos los recuerdos volvieron a mi mente salí del cuarto para entrar a la sala blanca de la que había venido. Había algo diferente en ella, las paredes estaban brillando y podía oir la voz de Kaito cantar a lo lejos, voltee a mi alrededor y, para mi sorpresa una nueva puerta había aparecido.
Al abrirla me encontré con Kaito cara a cara.
A Kaito se le abrieron los ojos como platos y yo empecé a llorar mientras lo miraba paralizada.
Decidí romper el silencio.
-Ya estoy en casa.- Dije mostrando la mejor de mis sonrisas.
Al decir eso, Kaito corrió hacia mí para abrazarme.
-Bienvenida.
El resto del día nos la pasamos reviviendo los buenos momentos, no quería que ese día terminara, quería quedarme con él y no volver nunca a ese cuarto blanco en soledad. Lamentablemente, ya era hora de marcharme, el reloj marcó la media noche y ya era hora de volver.
-Nunca te olvidaré Caroline, aunque no estés a mi lado te recordaré con cariño y prometo reunirme contigo algún día.
-Te esperaré en el otro lado, es una promesa.